¿QUÉ PREMIAN LOS PREMIOS?

Alguna vez se ha dicho que los premios prestigian más a quien los entregan que a quienes  lo reciben… Pero, qué expectativas se ponen en juego en quienes aspiran a recibirlos: ¿éxito?, ¿notoriedad?, ¿reconocimiento?, ¿necesidad de pertenecer?

La temporada estival es una oportunidad de visibilización y, también, de legitimación para la producción de las y los teatristas marplatenses.

En este sentido no puede dejar de mencionarse el rol que cumplen los premios. Como ha afirmado el sociólogo Pierre Bordieu “existen pocos actores sociales que dependan tanto como los artistas, en lo que son y en la imagen que tienen de sí mismos de la imagen que los demás tienen de ellos y de lo que los demás son”.

En 1975 las autoridades de la entonces Dirección Municipal de Turismo, valorando que la actividad teatral tenía una importancia fundamental dentro de la oferta turística que se ofrecía a los visitantes, crearon el Premio “Estrella de mar” con fines más promocionales que de valoración artística.

Verano tras verano la entrega de estos premios genera una inocultable tirantez al interior de la comunidad teatral local. Desde la adhesión más entusiasta hasta el rechazo más vehemente, pasando por todas las actitudes intermedias exceptuando la indiferencia. En cada edición se renuevan los cuestionamientos a la forma de implementación del premio: conformación e idoneidad del jurado, posibilidad real de evaluar la gran cantidad de propuestas, definición de las categorías a nominar, separación de rubros para espectáculos locales y foráneos, etc.  No obstante, cientos de espectáculos se inscriben para participar (dado que una de las características del premio es que la voluntad de ser incluido debe ser expresada fehacientemente en el inicio de cada ciclo estival). Y entre estos, muchos producidos por artistas marplatenses.

En 1984 se incorporó como instancia de reconocimiento de la actividad teatral, el Premio Municipal de Cultura “José María Vilches”. Se entrega anualmente a la obra que posea valores humanos y artísticos, otorgando también menciones especiales a otras propuestas escénicas que contengan las mismas significaciones. Por su propia especificidad, su trascendencia es mucho menor tanto para artistas como para la opinión pública. Con mucha menos repercusión y lejos de la farandulización característica de aquel otro que atrae a los programas de los medios nacionales que encuentran un material para alimentar sus coberturas.

Tal vez en las afirmaciones de Bourdieu anide el fundamento más profundo y, la mayoría de las veces, oculto de la persistencia de los grupos de teatro marplatenses de aceptar tácitamente, por el solo hecho de entrar en el juego, los presupuestos que le sutentan. Ni la supuesta tracción de público de los espectáculos nominados o ganadores ni la fantaseada reivindicación de intereses sectoriales (en los últimos años se ha elegido la ceremonia de entrega del Premio “Estrella de mar” para expresar reclamos diversos: desde el desacuerdo con las políticas culturales del Estado Municipal hasta la sospechada exclusión de determinadas producciones por motivaciones extra artísticas) lo justifican acabadamente.

Parece razonable pensar que existen otras motivaciones. Al respecto, resultan esclarecedores los conceptos de Bourdieu: “Lo que se describe a menudo como competencia por el éxito es en realidad una competencia por la consagración», en un escenario dominado por la competencia de las instancias que pretenden el monopolio de la legitimidad cultural y el derecho a detentar y discernir esta consagración en nombre de principios profundamente opuestos.

En un contexto donde la actividad teatral viene creciendo sostenidamente en cantidad, generando un abanico cada vez más amplio de producciones escénicas y acuciado por la mayor o menor afluencia de público, la consagración es la esperada garantía de una convocatoria que permita ser reconocido. Ya no se trata de un éxito en términos de notoriedad o popularidad. Menos aún, de rentabilidad económica. Tal vez la principal lucha se dé en términos de referencialidad.